Cuando la batería de un VE se estropea o presenta una degradación irreversible, sus celdas no pueden reutilizarse para darle una segunda vida. Lo que ocurre es que se debe llevar a un centro de reciclaje, donde se extraen sus metales y minerales para otras baterías del mismo tipo.
Reciclar materiales antiguos en lugar de extraer materiales nuevos parece un plan sin fisuras, pero el proceso es complicado:
En primer lugar, las baterías están recubiertas de acero y soldadas y deben abrirse en las debidas condiciones de seguridad antes de poder trasladar las celdas. Este procedimiento debe llevarse a cabo con precaución, ya que puede provocar incendios y explosiones en caso de que las celdas sufran desperfectos. Seguidamente, los materiales se extraen de una de dos maneras: trituración y fundición o disolución en ácido.
La trituración y la fundición son procesos más baratos (y los más utilizados), pero no son en absoluto los más eficientes: no solo necesitan de combustibles fósiles, sino que, dada la naturaleza de los procedimientos de fundición y trituración, se pierden materiales.
El uso de ácido es una opción más cara, pero permite conservar mucho más material; no obstante, consume mucha energía y genera gases tóxicos y aguas residuales. Se estima que se necesitan aproximadamente 1.900.000 litros de agua (500.000 galones) para extraer una tonelada de litio.
Que no cunda el pánico: miremos al futuro
Aunque el reciclaje de baterías de vehículos eléctricos tiene aún camino por recorrer, pronto cabrá esperar algunos avances positivos al respecto.
Las baterías de estado único (sólido) son una tecnología nueva y esperanzadora. Se prevé que duren mucho más que las baterías de iones de litio y permanezcan en su máximo grado de optimización durante unos 30 años. Aunque estas baterías de estado único todavía están en ciernes, grandes fabricantes están investigando al respecto.